Cuando me fui acostumbrando, seguía siendo raro pero más normal,
pero no entiendo por qué seguía sin poder volar.
Un día, bajando por una colina me resbalé y caí rodando y rodando
y choqué contra una enorme piedra, pero no era una piedra
era algo de hierro, algo raro, algo humano, pesaba mucho
y al tocarlo empecé a volar y volar y no podía parar,
algo extraño estaba ocurriendo, cuando lo vi desde arriba, todo
el jardín estaba lleno de aquellos objetos parecían llaves pero
no lo eran.
Las mariposas me enseñaron que cada vez que nos reímos
aparecía una, y cuando una mariposa no sabía volar la
enseñaba en un instante, un día llegó al jardín de las
mariposas una gigante llamada Naiara, era una amiga del
colegio adonde estudiaba cuando era humana ya que las mariposas
y los insectos no necesitan ir a la escuela.
Yo no entendía por qué todas las mañanas despertaba riendo y
dando vueltas y volando como una loca pero no podía parar de
reír y reír.
Un día los insectos me enseñaron que bajo el suelo
había una pequeña ciudad donde todo era posible, pero
la mayoría de gente contaba chistes, chistes y más chistes
yo no podía parar de reír siempre reía y reía y
de día me iba acostumbrando a aquella vida tan atareada
y divertida a la vez.
Cuando me fui acostumbrando, seguía siendo raro pero más normal,
pero no entiendo por qué seguía sin poder volar.
Un día, bajando por una colina me resbalé y caí rodando y rodando
y choqué contra una enorme piedra, pero no era una piedra
era algo de hierro, algo raro, algo humano, pesaba mucho
y al tocarlo empecé a volar y volar y no podía parar,
algo extraño estaba ocurriendo, cuando lo vi desde arriba, todo
el jardín estaba lleno de aquellos objetos parecían llaves pero
no lo eran.
Las mariposas me enseñaron que cada vez que nos reímos
aparecía una, y cuando una mariposa no sabía volar la
enseñaba en un instante, un día llegó al jardín de las
mariposas una gigante llamada Naiara, era una amiga del
colegio adonde estudiaba cuando era humana ya que las mariposas
y los insectos no necesitan ir a la escuela.
Yo no entendía por qué todas las mañanas despertaba riendo y
dando vueltas y volando como una loca pero no podía parar de
reír y reír.
Un día los insectos me enseñaron que bajo el suelo
había una pequeña ciudad donde todo era posible, pero
la mayoría de gente contaba chistes, chistes y más chistes
yo no podía parar de reír siempre reía y reía y
de día me iba acostumbrando a aquella vida tan atareada
y divertida a la vez.