Era un día de verano, estaba durmiendo y de
repente me desperté. ¡Era una mariposa! ¡Y
estaba dentro de una flor! ¡Cómo era posible!
Tenía antenas y alas pero lo raro es que
mis alas no eran de ningún color.
Se me acercó un ser extraño peludo,
con alas y con rayas negras y amarillas.
¡Era una abeja! Estaba tan asustada
que me fui volando. Lo malo es que no
sabía controlar mis alas, y el viento me
arrastró hacia un charco. No sabía nadar,
¡me estaba ahogando! Por suerte un pez gigante
de color negro me llevó a la orilla. ¡Era un
renacuajo! Estaba tan asustada que ni le di las gracias,
y me fui corriendo. Me tumbé en el suelo y esperé
a que el sol me secara. De repente oí un ruido.
¡Se me acercaba un serpiente! Intenté irme volando
pero ¡mis alas aún no estaban secas! Menos mal
que otra mariposa me cogió la mano y me llevó
volando a un árbol gigante. Me preguntó que
por qué estaba allí y no había ido a que
me pintaran las alas. Yo le pregunté: ¿Qué pintar?
¿Qué alas?. Me llevó a un lugar en el cual
se fabricaba pintura con frutas del bosque, y
en él las hadas pintaban las alas de las mariposas.
Al final a mí también me pintaron las
alas. Me hicieron un diseño muy bonito. Me quedé
alucinada no sabía que las alas de las mariposas
las pintaban las hadas. Le conté todo lo que
me había pasado a la mariposa que me rescató,
que al parecer era un chico y se llamaba
Thomas. Él se quedó sorprendido,
al principio pensó que estaba loca.