Mi vida dio un giro de cien vueltas y comencé a
tener otra vida; en el colegio, primaria ya no se
llamaba primaria, se llamaba piemaria. Y el colegio no
se llamaba así, era cienlegio.
En la ciudad que vivía era Centipailandia. Un lugar
lleno de naturaleza y de plantas exóticas.
Encontré otras especies con las que pude jugar, pero
claro teníamos que hablar en el idioma de
los insectos y como no sabía ese idioma pues
tenía que hablar dibujando, es decir, cada vez que
tenía que decir hola, dibujaba una mano indicando
que le estoy saludando.
Así es como me hice amiga de: Bladiu, una mariposa,
de Windy, una abeja y de Candy, una mosca.
Con mi pandilla al lado solo me faltaba una cosa,
y era que necesitaba un guía, porque si no lo
tengo… ¡Me perdería!
Y para coger el guía me tuve que ir al
Ayuntamiento.
Un día me fui al parque que se llama “Bichos raros”,
y ahí me encontré a todos mis amigos del colegio
de los humanos. Ahí estaban: Camila la mariquita,
Jordi el ciempiés, Marta la abeja, Rosa la
Mosca y Alejandro el escarabajo.
Y les pregunté:
Mi vida dio un giro de cien vueltas y comencé a
tener otra vida; en el colegio, primaria ya no se
llamaba primaria, se llamaba piemaria. Y el colegio no
se llamaba así, era cienlegio.
En la ciudad que vivía era Centipailandia. Un lugar
lleno de naturaleza y de plantas exóticas.
Encontré otras especies con las que pude jugar, pero
claro teníamos que hablar en el idioma de
los insectos y como no sabía ese idioma pues
tenía que hablar dibujando, es decir, cada vez que
tenía que decir hola, dibujaba una mano indicando
que le estoy saludando.
Así es como me hice amiga de: Bladiu, una mariposa,
de Windy, una abeja y de Candy, una mosca.
Con mi pandilla al lado solo me faltaba una cosa,
y era que necesitaba un guía, porque si no lo
tengo… ¡Me perdería!
Y para coger el guía me tuve que ir al
Ayuntamiento.
Un día me fui al parque que se llama “Bichos raros”,
y ahí me encontré a todos mis amigos del colegio
de los humanos. Ahí estaban: Camila la mariquita,
Jordi el ciempiés, Marta la abeja, Rosa la
Mosca y Alejandro el escarabajo.
Y les pregunté:
en el idioma de
los insectos y como no sabía ese idioma pues
tenía que hablar dibujando, es decir, cada vez que
tenía que decir hola, dibujaba una mano indicando
que le estoy saludando.