EL MUNDO DE LAS ABEJAS.
Esa noche me acosté con una extraña sensación;
como si hubiera tomado para cenar guindillas
picantes.
A la mañana siguiente me desperté como si fuera
la persona más pequeña del planeta, miré a mi
alrededor y pensé: ¿Dónde estoy? Miré por la ventana
y todo estaba lleno de flores, plantas; ¡estaba
en pleno campo!
Después me miré en el espejo ¡tenía unas alas que
con solo mirarlas se resquebrajaban! También tenía
al final del cuerpo rayitas amarillas y negras,
entonces me di cuenta que me había convertido en
una abeja, estuve pensando por qué me había convertido
en una abeja y no en una mariposa,
al cabo de media hora llegue a una conclusión:
Era porque de pequeña me encantaba la abeja Maya
y la miel.
Después vino a mi habitación otra abeja y dijo:
-Usted es Marta, ¿verdad?.
- Sí, contesté.
- Pues se encargará de ser una abeja obrera, ya sabe,
salir todos los días a polinizar las flores, recoger
néctar y todas esas cosas y en un momento
se fue volando, entonces seguí durmiendo tranquilamente.
¡Levántese de la cama!, en cincos minutos vendrá el
comandante. Inmediatamente me levanté, me arreglé,
por supuesto hice la cama y abrí la puerta
hacia un nuevo mundo.
Al abrirla había cientos de filas de abejas, me metí
en el primer hueco que vi; seguidamente pasó
una abeja grande y fuerte, vestida con un traje
azul, como si fuera un policía humano y dijo:
¡Levántese de la cama!, en cincos minutos vendrá el
comandante.
-Sois las abejas nuevas y tenéis que aprender mucho,
así que os iréis con las abejas veteranas que
os explicarán lo que tenéis que hacer.
Me quedé un poco asustada, pero tenía ganas de
saber cuál era mi función. Las veteranas nos llevaron
al campo y nos enseñaron a coger el ponel
de las flores y llevarlo a la colmena para fabricar
la miel ¡hummmm!
Después dimos la primera clase del colegio, la verdad
todos mis compañeros eran mis amigos menos
algunas que eran avispas y eran muy testarudas
y un poco chulitas. Mis profesores eran muy educados,
muy simpáticos y mandaban menos deberes que
los humanos. Las asignaturas eran distintas, por ejemplo:
lengua era engu, matemáticas; atemática, al fin
y al cabo el idioma era quitarle a las palabras la
primera y la última letra.
En el patio hacía lo mismo que con los humanos,
solo que en vez de ir andando y hablando
íbamos hablando, pero revoloteando.
Al día siguiente tenía muchas ganas de ir a mi casa,
ver a mis padres, mis hermanas y mis amigos, entonces
decidí ir a mi casa pero por supuesto no era tan
fácil, así que me asomé a la ventana para ver la
altura, pero estaba todo lleno de policías que lo vigilaban
Sois las abejas nuevas y tenéis que aprender mucho,
así que os iréis con las abejas veteranas que
os explicarán lo que tenéis que hacer.
todo, entonces esperé hasta las seis, que era
cuando salíamos a recoger el polen.
Pensé que mi día a día con las abejas era muy
agradable y a lo mejor no era la decisión adecuada,
pero, no tenía mucho tiempo para pensar así que
decidí tirar para mi casa.
Una vez en el campo me escondí detrás de una
flor y fui volando hacia delante hasta que vi un cartel
que ponía, TORREVIEJA.
Por el camino me encontré a una mariquita que
iba para Guardamar y se llamaba Carla, su idioma
era el mismo que el mío pero tenía otro acento y
era un poco más fina, después nos despedimos y cada
una fue hacia su destino.
Cuando llegué a mi casa me senté en la ventana y
estuve un rato observando a mis padres. Cuando estaba
preparada entré por el agujero de la ventana y me puse
sobre el hombro de mi madre, y la pena fue que
empezó a gritar - ¡Quítamela, quítamela! y no me reconoció.
Dimos dos vueltas a la casa, yo delante y ella detrás
intentando darme con una zapatilla, pero me fui por la
puerta.
Me quedé en el jardín, pensando en qué sería de mí, si
volver a la colmena o no, pero con tanto pensar me
quedé dormida.