-Sois las abejas nuevas y tenéis que aprender mucho,
así que os iréis con las abejas veteranas que
os explicarán lo que tenéis que hacer.
Me quedé un poco asustada, pero tenía ganas de
saber cuál era mi función. Las veteranas nos llevaron
al campo y nos enseñaron a coger el ponel
de las flores y llevarlo a la colmena para fabricar
la miel ¡hummmm!
Después dimos la primera clase del colegio, la verdad
todos mis compañeros eran mis amigos menos
algunas que eran avispas y eran muy testarudas
y un poco chulitas. Mis profesores eran muy educados,
muy simpáticos y mandaban menos deberes que
los humanos. Las asignaturas eran distintas, por ejemplo:
lengua era engu, matemáticas; atemática, al fin
y al cabo el idioma era quitarle a las palabras la
primera y la última letra.
En el patio hacía lo mismo que con los humanos,
solo que en vez de ir andando y hablando
íbamos hablando, pero revoloteando.
Al día siguiente tenía muchas ganas de ir a mi casa,
ver a mis padres, mis hermanas y mis amigos, entonces
decidí ir a mi casa pero por supuesto no era tan
fácil, así que me asomé a la ventana para ver la
altura, pero estaba todo lleno de policías que lo vigilaban
todo, entonces esperé hasta las seis, que era
cuando salíamos a recoger el polen.
Pensé que mi día a día con las abejas era muy
agradable y a lo mejor no era la decisión adecuada,
pero, no tenía mucho tiempo para pensar así que
decidí tirar para mi casa.
Una vez en el campo me escondí detrás de una
flor y fui volando hacia delante hasta que vi un cartel
que ponía, TORREVIEJA.
Por el camino me encontré a una mariquita que
iba para Guardamar y se llamaba Carla, su idioma
era el mismo que el mío pero tenía otro acento y
era un poco más fina, después nos despedimos y cada
una fue hacia su destino.
Cuando llegué a mi casa me senté en la ventana y
estuve un rato observando a mis padres. Cuando estaba
preparada entré por el agujero de la ventana y me puse
sobre el hombro de mi madre, y la pena fue que
empezó a gritar - ¡Quítamela, quítamela! y no me reconoció.
Dimos dos vueltas a la casa, yo delante y ella detrás
intentando darme con una zapatilla, pero me fui por la
puerta.
Me quedé en el jardín, pensando en qué sería de mí, si
volver a la colmena o no, pero con tanto pensar me
quedé dormida.
todo, entonces esperé hasta las seis, que era
cuando salíamos a recoger el polen.
Pensé que mi día a día con las abejas era muy
agradable y a lo mejor no era la decisión adecuada,
pero, no tenía mucho tiempo para pensar así que
decidí tirar para mi casa.
Una vez en el campo me escondí detrás de una
flor y fui volando hacia delante hasta que vi un cartel
que ponía, TORREVIEJA.
Por el camino me encontré a una mariquita que
iba para Guardamar y se llamaba Carla, su idioma
era el mismo que el mío pero tenía otro acento y
era un poco más fina, después nos despedimos y cada
una fue hacia su destino.
Cuando llegué a mi casa me senté en la ventana y
estuve un rato observando a mis padres. Cuando estaba
preparada entré por el agujero de la ventana y me puse
sobre el hombro de mi madre, y la pena fue que
empezó a gritar - ¡Quítamela, quítamela! y no me reconoció.
Dimos dos vueltas a la casa, yo delante y ella detrás
intentando darme con una zapatilla, pero me fui por la
puerta.
Me quedé en el jardín, pensando en qué sería de mí, si
volver a la colmena o no, pero con tanto pensar me
quedé dormida.