Tras unos minutos y minutos de persecución encontré una
casa en la que podía entrar porque parecía abandonada.
Los gemelos no me vieron y pensaron que podía estar en
esa casa —Pasa Ping —dijo Pong —Quieres que entre a la
casa de la Señora Maruja, con esos dientes separados, ropa
muy sucia y esa gran verruga en la mejilla —dijo Ping
con cara de risa y terror. Mientras decían todo eso
yo sentí un pequeño hormigueo subiéndome por la pierna. Al
final los gemelos se fueron. Mientras yo observaba la casa
(yo) sentí un fuerte mordisco en mi cuello y caí tendido
al suelo. Varias horas más tarde me desperté preocupado por
lo que pensaran papá y mamá, y salí corriendo. Cuando
llegué a casa, mamá esperaba en la puerta y me preguntó
que dónde había estado. Yo para no meterme en líos
dije que estaba jugando con un amigo. Mamá me preguntó
que si quería cenar y yo le dije que no. Subía a mi habitación
y me tiré en la cama. Conseguí dormir un rato pero solo
soñaba con cientos, incluso miles de hormigas. Era media
noche y me sentía muy incómodo. Con el paso del tiempo me levanté
con un hambre que no había tenido nunca. ¡No me lo
podía creer! ¡Parecía que llevaba una semana sin comer! No
me apetecía otra cosa más que dulces, así que baje corriendo
a la cocina y comencé a comer. Sin ninguna razón me dormí
mientras comía. Al día siguiente me levanté pero al fondo de
la cama, bastante angustiado, y, me sentía mucho más pequeño.