UN DÍA DE LO MAS EXTRAÑO.
Aquella noche me acosté extrañado, ya que pensaba
que estaba menguando.
Al día siguiente, nervioso me miré el cuerpo y…
Madre mía, ¡era un insecto! solo que no sabía de
qué tipo era, por eso fui saltando de mota de polvo
en mota de polvo, ya que era muy pequeño.
Cuando llegué al espejo, rápidamente me miré y…
¡Era una mosca!
Al llevarme tal susto fui volando hacia la cocina de
mi casa donde se encontrarían mis padres, para ver
si a ellos les había pasado lo mismo o no.
Al llegar a la cocina, mis padres no eran insectos,
eran personas normales, por lo que decidí salir volando
de mi casa para que ellos no intentaran
aplastarme.
Estuve un rato buscando un lugar donde hubiera insectos,
pero al cabo de unas horas fui al vertedero donde
supuestamente habría una gran multitud de moscas,
y así era.
Cuando llegué allí busqué a alguien que me explicara
qué ocurría, por qué me había convertido en mosca, etc…
Después de un rato buscando a alguien que me explicara
todo, encontré una mosca que se llamaba Máximo,
él me respondió todo y me dijo que me había convertido
en mosca porque un anciano puso un hechizo,
que nos convertía a todos los niños de la villa en
insectos.
También, después me dijo que esta vida es diferente ya que
para ellos una hora en la vida de un ser humano,
para los insectos era un minuto, por lo que el día
era casi eterno, también me dijo que el colegio era
solo un día, pero después de deberes nos ponían
un montón.
Mi día a día era muy divertido, ya que realizábamos
muchas actividades, como pasear, carreras,
juegos, etc…
Todas las noches pensaba cómo estarían mis padres
al ver que había desaparecido, pero poco
a poco me fui olvidando de ellos, los días con mis
amigos moscas eran los más divertidos ya que conocíamos
insectos nuevos como: Jordi el bicho bola, Jesús
la abeja, Adrián el ciempiés, y muchos más con los
que jugábamos y nos lo pasábamos bien.
Poco a poco nos fueron llegando cartas de que un hombre
iba a venir al lugar donde nos alojábamos las moscas.
Cada vez estábamos más nerviosos porque queríamos
ver de quién se trataba en esa carta.
Cuando llegó el día, vimos llegar a la puerta
una gran limusina negra, de la cual salían tres
personas, cuando tocaron la puerta, les abrimos y…
¡Era un brujo!
Estuvimos un rato hablando y nos dijo que nos
había puesto este hechizo para que aprendiéramos
a convivir con otras especies y también nos dijo
que el día siguiente cuando nos levantáramos estaríamos
en nuestras casas con nuestros respectivos cuerpos.