noté mi cuerpo diferente. Entonces me di cuenta de que lo raro
era el entorno. Me hallaba tumbada en un bosquecillo, mi casa
estaba a mi derecha y veía las cosas en mayores dimensiones.
Di una vuelta de croqueta y miré mi reflejo en el estanque.
Intenté soltar un grito desgarrador pero no salió nada
(me dio mucha rabia pero comprendí que no podía gritar)…
¡Era una abeja! Tenia que ser un sueño, pero como no lo
era, me fui a buscar una colmena. No sé cómo me adapté
tan rápido a la situación, pero eché a volar. Me costó un
poco sentir las alas para agitarlas, y que no se burle la abeja
que lea esto, pero volé agarrándome a las alas con las patas.
Finalmente, creí encontrar una colmena; era tal y como la
vemos los humanos (por fuera , por dentro ya contaré mis
impresiones): de aspecto viejo, marrón y con numerosos
agujeros; en realidad esas son las colmenas de las avispas
para nosotros, pero resulta que las avispas lo que hacen es
que las roban, por eso lo creemos. Dos abejas revoloteaban
por la puerta y yo supuse que eran guardias. Una bajó de las
alturas y no hizo falta ni que preguntara, lo cual me alivió
porque he leído que las abejas se comunican mediante una
danza, y yo soy la patosa de la pista. Me dejó pasar de
inmediato seguramente por la pinta (creo que las abejas son
aún más listas de lo que creemos). Cuando entré me quedé
petrificada; si bien los humanos vemos el interior de la colmena
pequeño y compuesta por un material marrón, lo que yo