No me lo podía creer estuve dando vueltas
en ese extraño lugar dónde me hallaba
hasta que alguien apareció…
¡era otra abeja!, que me dijo:
-Venga amigo que llegamos tarde al trabajo.
Según aquella abeja yo me llamaba Usbaldo
y era el subsecretario de ornamento de la C.A.H.
(Comunidad Anti-humanos)… y hablaba como
si fuésemos viejos amigos.
Decidí ir a visitar a la reina de las abejas
para aclarar dudas:
-Buenos días Majestad.
-Buenos días Usbaldo.
-¿Usted me conoce?
- No digas tonterías Usbaldo.
-¡Si yo ayer no era una abeja!
-No mientas, siempre has sido una abeja y además,
de las más trabajadoras.
Conmocionado, me fui fuera de la ciudad de las
abejas (o como lo llaman los humanos “el panal”).
Estuve pensando, posado en un árbol, hasta que
un aroma dulce entro en mi nariz y al
instante… me desmayé.
Al despertar, me encontraba en una caja de
plástico muy pequeña y un niño (de unos 12 años)
me estaba observando. Asustado intenté escapar:
por la tapa, por la pared, incluso por los tubos de la
respiración…¡Imposible!
El niño de pelo rubio me miraba con sus
clarísimos ojos azules como si quisiera
penetrar hasta el centro de mi “mini” cuerpo, exclamó:
-¡Te voy a matar!
-¿Te gusta la miel? Yo pregunté rápidamente
-Sí, me encanta. Me respondió
-Pues si sigues matando abejas lo único que
conseguirás será que no haya miel.
-¿A sí) ¿Me explicas? por favor. Casi me suplicó…
y ese fue el inicio de una gran amistad.
Nos veíamos todos los días, le enseñaba cosas…
¡Como si fuera un profesor!: Matemáticas, Lengua,
Ciencias, Inglés… y él me dio clases de fútbol
y me enseñó lo que era la amistad de verdad.
Pero un buen día…
-Un humano nos ataca, gritaba todo el mundo.
Fui y miré, no me lo podía creer, ¡era mi amigo
humano!
Nos estaba atacando a pesar de todo lo que
le dije sobre nuestra amistad. Me fui
directo a decirle al secretario de defensa
que disparara el cañón Anti-humanos.
me estaba observando. Asustado intenté escapar:
por la tapa, por la pared, incluso por los tubos de la
respiración…¡Imposible!
El niño de pelo rubio me miraba con sus
clarísimos ojos azules como si quisiera
penetrar hasta el centro de mi “mini” cuerpo, exclamó:
-¡Te voy a matar!
-¿Te gusta la miel? Yo pregunté rápidamente
-Sí, me encanta. Me respondió
-Pues si sigues matando abejas lo único que
conseguirás será que no haya miel.
-¿A sí) ¿Me explicas? por favor. Casi me suplicó…
y ese fue el inicio de una gran amistad.
Nos veíamos todos los días, le enseñaba cosas…
¡Como si fuera un profesor!: Matemáticas, Lengua,
Ciencias, Inglés… y él me dio clases de fútbol
y me enseñó lo que era la amistad de verdad.
Pero un buen día…
-Un humano nos ataca, gritaba todo el mundo.
Fui y miré, no me lo podía creer, ¡era mi amigo
humano!
Nos estaba atacando a pesar de todo lo que
le dije sobre nuestra amistad. Me fui
directo a decirle al secretario de defensa
que disparara el cañón Anti-humanos.
me estaba observando. Asustado intenté escapar:
por la tapa, por la pared, incluso por los tubos de la
respiración…¡Imposible!
El niño de pelo rubio me miraba con sus
clarísimos ojos azules como si quisiera
penetrar hasta el centro de mi “mini” cuerpo, exclamó:
-¡Te voy a matar!
-¿Te gusta la miel? Yo pregunté rápidamente
-Sí, me encanta. Me respondió
-Pues si sigues matando abejas lo único que
conseguirás será que no haya miel.
-¿A sí) ¿Me explicas? por favor. Casi me suplicó…
y ese fue el inicio de una gran amistad.
Nos veíamos todos los días, le enseñaba cosas…
¡Como si fuera un profesor!: Matemáticas, Lengua,
Ciencias, Inglés… y él me dio clases de fútbol
y me enseñó lo que era la amistad de verdad.
Pero un buen día…
-Un humano nos ataca, gritaba todo el mundo.
Fui y miré, no me lo podía creer, ¡era mi amigo
humano!
Nos estaba atacando a pesar de todo lo que
le dije sobre nuestra amistad. Me fui
directo a decirle al secretario de defensa
que disparara el cañón Anti-humanos.
Pero cuando llegué ya era demasiado tarde.
ya le había impactado y yacía en el suelo
dormido.
Salí del panal enfadado y dolido.
No volví a la casa del humano, pero tampoco
regresé al panal, me quedé en una roca, hablando
con un saltamontes muy majo, que me preguntó:
-¿Qué te ocurre?
Que Confié en un humano, y ahora me ha traicionado,
le contesté.
-No te preocupes, ellos son así, nunca aprenden, pero
en sí son muy cariñosos me dijo.
-Claro, lo sé, yo antes era un humano.
-“Jajaja” qué gracioso, ahora ve y habla con él.
Volé lo más rápido que pude (o lo que mis alas
de abejas me dejaban); no obstante ya era
demasiado tarde cuando llegué. Las abejas
atacando a mi amigo con sus terribles aguijones.
Desesperado intenté penetrar en la batalla,
pero:
-¡No puedes entrar en el campo de batalla! me gritaron.
-¿Por qué? pregunté enfurecido.
-Porque los ejecutivos no pueden estar en 1ª línea en
la batalla, me explicó.
-¡Pero yo quiero ayudar! exclamé.