No me lo podía creer estuve dando vueltas
en ese extraño lugar dónde me hallaba
hasta que alguien apareció…
¡era otra abeja!, que me dijo:
-Venga amigo que llegamos tarde al trabajo.
Según aquella abeja yo me llamaba Usbaldo
y era el subsecretario de ornamento de la C.A.H.
(Comunidad Anti-humanos)… y hablaba como
si fuésemos viejos amigos.
Decidí ir a visitar a la reina de las abejas
para aclarar dudas:
-Buenos días Majestad.
-Buenos días Usbaldo.
-¿Usted me conoce?
- No digas tonterías Usbaldo.
-¡Si yo ayer no era una abeja!
-No mientas, siempre has sido una abeja y además,
de las más trabajadoras.
Conmocionado, me fui fuera de la ciudad de las
abejas (o como lo llaman los humanos “el panal”).
Estuve pensando, posado en un árbol, hasta que
un aroma dulce entro en mi nariz y al
instante… me desmayé.
Al despertar, me encontraba en una caja de
plástico muy pequeña y un niño (de unos 12 años)
No me lo podía creer estuve dando vueltas
en ese extraño lugar dónde me hallaba
hasta que alguien apareció…
¡era otra abeja!, que me dijo:
-Venga amigo que llegamos tarde al trabajo.
Según aquella abeja yo me llamaba Usbaldo
y era el subsecretario de ornamento de la C.A.H.
(Comunidad Anti-humanos)… y hablaba como
si fuésemos viejos amigos.
Decidí ir a visitar a la reina de las abejas
para aclarar dudas:
-Buenos días Majestad.
-Buenos días Usbaldo.
-¿Usted me conoce?
- No digas tonterías Usbaldo.
-¡Si yo ayer no era una abeja!
-No mientas, siempre has sido una abeja y además,
de las más trabajadoras.
Conmocionado, me fui fuera de la ciudad de las
abejas (o como lo llaman los humanos “el panal”).
Estuve pensando, posado en un árbol, hasta que
un aroma dulce entro en mi nariz y al
instante… me desmayé.
Al despertar, me encontraba en una caja de
plástico muy pequeña y un niño (de unos 12 años)
No me lo podía creer estuve dando vueltas
en ese extraño lugar dónde me hallaba
hasta que alguien apareció…
¡era otra abeja!, que me dijo:
-Venga amigo que llegamos tarde al trabajo.
Según aquella abeja yo me llamaba Usbaldo
y era el subsecretario de ornamento de la C.A.H.
(Comunidad Anti-humanos)… y hablaba como
si fuésemos viejos amigos.
Decidí ir a visitar a la reina de las abejas
para aclarar dudas:
-Buenos días Majestad.
-Buenos días Usbaldo.
-¿Usted me conoce?
- No digas tonterías Usbaldo.
-¡Si yo ayer no era una abeja!
-No mientas, siempre has sido una abeja y además,
de las más trabajadoras.
Conmocionado, me fui fuera de la ciudad de las
abejas (o como lo llaman los humanos “el panal”).
Estuve pensando, posado en un árbol, hasta que
un aroma dulce entro en mi nariz y al
instante… me desmayé.
Al despertar, me encontraba en una caja de
plástico muy pequeña y un niño (de unos 12 años)
Pero cuando llegué ya era demasiado tarde.
ya le había impactado y yacía en el suelo
dormido.
Salí del panal enfadado y dolido.
No volví a la casa del humano, pero tampoco
regresé al panal, me quedé en una roca, hablando
con un saltamontes muy majo, que me preguntó:
-¿Qué te ocurre?
Que Confié en un humano, y ahora me ha traicionado,
le contesté.
-No te preocupes, ellos son así, nunca aprenden, pero
en sí son muy cariñosos me dijo.
-Claro, lo sé, yo antes era un humano.
-“Jajaja” qué gracioso, ahora ve y habla con él.
Volé lo más rápido que pude (o lo que mis alas
de abejas me dejaban); no obstante ya era
demasiado tarde cuando llegué. Las abejas
atacando a mi amigo con sus terribles aguijones.
Desesperado intenté penetrar en la batalla,
pero:
-¡No puedes entrar en el campo de batalla! me gritaron.
-¿Por qué? pregunté enfurecido.
-Porque los ejecutivos no pueden estar en 1ª línea en
la batalla, me explicó.
-¡Pero yo quiero ayudar! exclamé.
-Lo sabemos – pero ahora no puedes, usted no es militar.
Enfurecido me dispuse a buscar otro punto de
acceso, y lo hallé… Las cloacas.
Entré en el campo de batalla (la casa) por
el servicio, y me fui directo a buscar
a mi amigo.
Lo encontré junto a su familia, estaban
llenos de picotazos e indefensos.
Me interpuse entre los humanos y las abejas
y les dije:
-¡Parar, este humano es amigo mío! exclamé.
Todos parecían sorprendidos, hasta que alguien
me dejó inconsciente.
Cuando desperté la decisión de qué iban a hacer
conmigo ya estaba tomada y la reina me dijo:
-Por tus conspiraciones contra la colmena
pagarás con pena de muerte.
Nunca pensé que las abejas llegarían a ser
tan crueles, pero sí. Me tumbaron en una camilla
y me arrancaron el aguijón.
Pasó un minuto y empecé a ver todo borroso,
y de repente… me desperté.
Estaba otra vez en mi habitación y …
¡Volvía a ser humano! Me alegré tanto de:
volver al trabajo, comer en restaurantes…