ya se habían ido de viaje durante una semana,
y no me verían así…
Lo primero que me vino a la mente fue que
las orugas no son especialmente rápidas y que
me costaría un poco ir de un lado para otro. Pero
de repente… ¡Vi los patines de la Barbie de
mi hermana pequeña! Me metí dentro de un
patín y empecé a empujarme con el borde del
juguete en el que me había reflejado al caerme.
Tras tres exhaustivas horas con muchos obstáculos,
pude salir de mi cuarto, después de esta
experiencia me di cuenta de que tendría que
haber ordenado mi cuarto cuando me lo dijo mi
madre.
No me di cuenta de unos pequeños detalles,
hasta que vi mi puerta delante de mis ojos, tenía
muchos obstáculos aún por superar, como mi cuarto
está en la segunda planta, tenía que bajar las escaleras,
pasar por delante de mis hermanas,
de mi feroz perro Lolo y por la puerta de
mi cuarto, que era lo más cercano que tenía.
Lo de la puerta fue muy fácil ya que una abejita
muy maja llamada Carolina me ayudó a pasar la cuerda
de mi peonza por el pomo de la puerta para poder
estirar de ella y abrirla.
Lo de las escaleras ya fue un poco más complicado,
pero justo cuando me disponía a lanzarme al
primer escalón, unos cuantos ratoncillos con gorros
y camisetas que decían que eran amigos de una
tal “Cenicienta” me propusieron la idea de pasar
por el hueco de la pared que conducía
abajo, eso me pareció una gran idea
ya que sino, me pegaría otro trompazo como
el de la cama.
Mis hermanas estaban con el móvil, así que no se
dieron cuenta de que estaba ahí.
Mi perro Lolo tampoco se dio cuenta de
que estaba ahí porque antes de que pasase por su
cara, se fue corriendo a ver a su novia caniche de
los vecinos, así que pude salir por su trampilla.
¡Misión cumplida!
Ya estaba fuera, ¿ pero ahora qué? ¿Qué podía hacer?
Bueno, supuse que mientras iba con mi patín de
Barbie se me ocurriría algo. Al saltar el escalón del
porche noté como cien ojos me observaban… Me di la
vuelta y… ¡Sorpresa! Desafortunadamente había una
araña de casi el doble de grande que yo, y con
ocho patas peludas y supergrandes
encima mía. Parecía una araña con muy mal humor,
así que no se me ocurrió mejor idea que contarle uno